EDITORIAL
CASA QUINTIL
1 DE NOVIEMBRE 2021
EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE LOS Y LAS CONSTITUYENTES.
En las primeras sesiones de la segunda etapa del proceso
constituyente los 154 ciudadanos elegidos para escribir la nueva constitución,
tuvieron 5 minutos para declamar su discurso de instalación que abrió el paso a
la apertura del debate constitucional.
En una mescla, más de emociones que de argumentos y razones, los
constituyentes expresaron los aspectos más interesantes de su biografía, las
razones que tuvieron para participar como protagonistas del proceso
constituyente que se inicia, los compromisos derivados de su militancia
política (si la tiene), o los valores derivados de la creencia ideológica (si
la profesa), los propósitos, las expectativas y los sueños que guiarán las
conductas y su accionar durante el tiempo que dure el proceso.
De su escucha entonces, es posible interpretar el pensamiento
político que, en algunos tímidamente, y en otros no tanto, se desliza detrás de
cada discurso.
“Nada nuevo bajo el sol” dirían quienes integran el enjambre
de analistas y observadores “24-7” del proceso, no obstante aquello; expuestos
así, en su conjunto y “sin maquillaje”, en un plato servido al paladar del
ciudadano común y ávido de información no deja de ser una provocación que
invita a escucharlos.
En efecto, es posible deducir de allí que la nueva
constitución dará satisfacción a las demandas feministas e indigenistas levantadas
por las y los constituyentes feministas y aquellos provenientes de los pueblos
originarios. Los derechos básicos, humanos, valóricos y ciudadanos estarán
también con seguridad debidamente consignados en el texto constitucional, otra
cosa es la capacidad y lucidez que sus defensores tengan para que, más allá de la
declaración de intenciones, se
consideren las debidas garantías de cumplimiento, para lo cual necesariamente deberán
“entrar a picar” en la cuestión del poder,
tanto el institucional como en los llamados poderes fácticos.
Algo similar podría decirse respecto de otros temas más
escabrosos como la defensa del medioambiente, y la arquitectura del poder, de
la cual penden cuestiones tan fundamentales como la descentralización, la
configuración y funcionamiento de las instituciones de gobierno y generación de
justicia.
Para responder a las aspiraciones democratizadoras y
participativas expresadas en los discursos inaugurales se requiere cirugía
fina, sobre todo si se pretende, dejar conforme a todos y al mismo tiempo, tocar
los intereses y poderes que corresponde tocar para escalar los peldaños que
haya que escalar en el ámbito de la anhelada justicia social.
Son los temas respecto
de los cuales poco se dice en estos discursos expresados en primera persona que
analizamos, se trata de los poderes fácticos como el control y propiedad de los
medios de comunicación, el funcionamiento, dependencia, educación y formación
de las fuerzas armadas, y muy especialmente el reparto equitativo de la riqueza
generada con la explotación de las riquezas básicas en particular; y en general,
en el reparto de la renta nacional generada como producto del funcionamiento
del sistema económico.
Para finalizar, conviene recordar, que de ello dependerá que
la trascendencia histórica del suceso no se diluya en el tiempo, y no sea sino, otra expresión más de esos “gatopardismos” respecto de los cuales la
propia historia nos tiene acostumbrados.
No se podrá eludir, entonces, con alambicadas
disposiciones reglamentarias, los problemas cuya solución no provocan un consenso generalizado, sino, de
crear con imaginación y audacia las ideas e instrumentos para que la sociedad
pueda resolverlos en armonía y con un pueblo empoderado.
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