Justo cuando
comienza la veda de encuestas, los sondeos confiables registran un triple
empate entre los candidatos competitivos de las derechas.
Como era
predecible, en la recta final de la primera vuelta las derechas tendrán su
propia primaria.
Con un candidato
en alza, otro a la baja, y la tercera estancada.
A la baja, una
derecha “ultrista” que nunca hizo caso a las amenazas del empresariado de
cortarles el oxígeno, o sea el “money”, si no participaban en primarias.
Aun así, no lo
hicieron y hoy pagan los costos de aquello.
(Con la soberbia
nunca es bueno jugar en política, dicen los que saben).
Los mismos que,
en la campaña usaron indistintamente los bots como fuego amigo y enemigo y sin
dar la cara. Aun cuando sí la daban para tildar irónicamente a los supuestos amigos
de “derechita cobarde”.
Con una estrategia de campaña apoyada con consignas sin mucha sustancia ni sentido, fack news y pos verdades, abusando del uso de emociones como el miedo y el terror, y la descalificación del adversario.
Pasa con sus promesas lo que sucede con los castillos de naipes, al hacerse el Larry el candidato en los debates cuando se le pregunta como se harán realidad.
La derecha
tradicional en cambio ha demostrado que, no sólo escucha al empresariado, sino que
tiene la deferencia de ubicar a algunos de los más conspicuos representantes de
este estrato social en la cima, de los comandos e instrumentos de toma de
decisiones.
Ello, aparte de
la mayor visibilidad que arroja la capacidad de compra de espacios en medios
tradicionales, se ha demostrado insuficiente para “salir a flote”.
Tampoco ha movido la aguja el puñado de ex concertacionistas (algunos con experticia en manejo de la “cocina política”) que la apoyan, con mucho currículo, pero pocas espaldas,(otros han sido candidatos en las últimas elecciones no siendo favorecidos por los electores), demostrando también que "son mucho ruido y pocas nueces". Aún cuando en la segunda vuelta “pasen el Rubicón” de la mano, con las huestes fascistas, no dejarán de ser más que una anécdota pintoresca.
Los errores
propios suman y siguen, “Yo creo lo mismo, pero no puedo decirlo porque soy
señorita” (sic). Fue la famosa frase que la propia candidata exclamó cuando a su
jefe de campaña se le ocurrió tratar de “atorrantes” a sus adversarios.
La candidatura
de Kaiser es la que mejor y con mayor habilidad ha utilizado la lógica de
campaña del neofascismo populista que ha sido favorecida por los electores en algunos países en que ha participado.
Ha sido también la menos criticada y golpeada por el adversario en la carrera presidencial y parlamentaria.
Ello no obstante que, el propio candidato y sus asesores más cercanos no han tenido limitaciones para “destapar la chichita con que nos quieren curar”.
En el famoso artículo sobre “los parásitos”, uno de sus principales asesores muestra las garras, y la defensa del candidato a sus dichos y alegorías que se refieren a todos los funcionarios públicos, y lo que harán con ellos. lo dice todo.
Se trata del
modelo de gobierno que más propiamente representa el neofascismo
populista, levantado en el mundo en lo que va corrido del siglo XXI, que pone
en peligro las instituciones democráticas, con la metralleta, y los derechos
sociales, con la motosierra.
Tampoco se han limitado en rendìr pleitesía a sus modelos de liderazgos como Trump, Bolsonaro, Bukele y nuestro vecino Milei.
En estas condiciones, la recta final del proceso electoral a las derechas se le presenta como un escenario caótico, con tres cuerdas para un sólo trompo.
El segundo lugar de la primera vuelta. Una travesía en aguas turbulentas
Es difícil que en tales condiciones, la dura disputa altamente conflictuada que se nos viene entre las derechas, no esté plagada de desórdenes, caos, confusión, agitación y "salidas de madre", generando conflictos difíciles de solucionar
Nos atrevemos a pronosticar una exquisita disputa sin llorar, el cupo disponible, hasta “sacarse los ojos” si es
necesario.
Y la derecha
económica está avisada, su posible interés de arbitrar, si lo
manifiesta, ya fue desahuciado.